En el artículo anterior vimos que el perdón nace espontáneamente en el momento que elegimos mirar un recuerdo doloroso del pasado de manera diferente, como una vivencia que ha traído cambios valiosos, aprendizajes y experiencia. Así logramos sanar un recuerdo y perdonar algo o a alguien.
Perdonar de esta manera el primer recuerdo doloroso toma un poco de tiempo y práctica porque se me ha hecho un hábito malsano re-sentir las emociones negativas que el recuerdo me produce, pero una vez que lo logramos, se nos va haciendo más fácil repetir el proceso con otros recuerdos. Y después de un tiempo de práctica, nos damos cuenta de algo importante: Todo aquello sucedió por una razón que ahora se empieza a aclarar. Toda experiencia y cada persona llega a nuestra vida como una bendición.
Esto nos lleva a un nivel más profundo en el perdón. Podemos ver que cada experiencia nos ha dejado un valor, y cada persona nos ha enseñado algo. Y si esto es así, entonces nosotros hemos sido un maestro para otros también. Tal vez hayamos sido un maestro duro, incluso cruel para algunos. Tal vez somos parte de una experiencia dolorosa de alguien más.
Pero no se trata de ahora sentir culpa. Podemos arrepentirnos e incluso pedir perdón si es posible, lo cual puede ser muy beneficioso en muchas ocasiones. Pero más importante es envolvernos también a nosotros mismos con la mirada amorosa con la que transformamos nuestros recuerdos en el ejercicio anterior y reconocer que hicimos lo mejor que pudimos de acuerdo a las capacidades, información e inteligencia emocional que teníamos a nuestra disposición en ese momento. De nada y a nadie sirve la culpa: Hay que sanarla de la misma manera que sanamos otros recuerdos.
Al perdonarnos a nosotros mismos, nos liberamos, y liberamos al mundo de mi mirada de juicio. Nos damos cuenta de que todos formamos parte de una red espiritual, que todos vamos juntos en el camino de evolución hacia la consciencia y que unos servimos a otros para avanzar en ese camino.
Nos damos cuenta al fin de que no hay nada que perdonar. Está en nosotros abstenernos de poner etiquetas simplistas, dejar juzgar a otros y soltar el papel de víctima, haciéndonos responsables de nuestra alegría, poniendo los límites necesarios y cuidando de nosotros mismos. Nos acostumbramos a buscar lo positivo de cada experiencia y las lecciones que cada de una de ellas encierra. Estamos conscientes de que absolutamente nada puede manchar nuestra verdadera esencia, opacando nuestra luz. Elegimos vivir desde en el presente, conscientes de todo lo que pensamos, hacemos y decimos para nuestro propio bien y el de los demás.
Sanar está en mí
Namasté