Todo ser humano desea ser feliz. Todo deseo, sin importar lo que creamos que estamos buscando, nace de la intención primordial de encontrar la felicidad. El problema es que, a veces, andamos confundidos buscando fuera de nosotros lo que solo podemos encontrar dentro y nos vamos sintiendo defraudados y desilusionados cuando no encontramos lo que buscamos en donde esperamos.
La felicidad no viene como subproducto de tener una vida de película, de pertenecer a una la familia perfecta, de tener un matrimonio ejemplar o unos hijos de diez con mención. La felicidad no nos llega tampoco a través de ese trabajo de sueño ni de los lujos o los viajes, no es siquiera el resultado de una salud perfecta o de un cuerpo de revista.
La experiencia de felicidad verdadera es muy sutil y las palabras se quedan siempre cortas para describirla, como pasa con todos los sentimientos nobles. La felicidad nace como un manantial: suave, fresca y natural. Surge del interior sin esfuerzo y se expresa a borbotones, entregándose generosamente al mundo sin esperar nada a cambio. Y al igual que el agua del manantial, aunque no tiene expectativas respecto a lo que entrega al mundo, la felicidad va dejando un sendero sembrado de flores y de vida, fertilizando a su paso hasta la tierra más árida y suavizando los corazones más endurecidos. La felicidad, como el agua, apaga la sed de cualquier otra cosa. Cuando me siento feliz estoy completo y nada me falta.
La felicidad es un ejercicio de mi voluntad, pues está en mí provocarla y es una experiencia personal. Nadie ni nada puede dármela y, por lo tanto, nadie ni dada puede quitármela tampoco. Ser feliz es un estado del ser, es el acto libre de elegir, sentirme verdaderamente pleno y profundamente satisfecho con lo que soy y bendecido por lo que la vida me entrega en cada momento. La felicidad es la hermana gemela de la gratitud, amiga íntima de la paz, y habita en el momento presente.
Todo el poder de la creación reside dentro de mí. En mí está la llave al paraíso, solo necesito mirar al interior.
Sanar está en mí
Namasté