En estos tiempos en que la violencia parece haber escalado sensiblemente y que me veo bombardeado con miles de imágenes y noticias que de pronto me parecen demasiado abrumadoras y me hacen sentir a veces triste, otras confundido, también lleno de miedo o tal vez hasta desesperanzado, pero sobre todo impotente; me llena una sensación de urgencia, que sé que es compartida con muchos, de que habría que hacer algo, pero ¿qué?
Me sustraigo un momento del caos plasmado por los medios de comunicación en donde me encuentro perdido y recobro el control, analizando el origen de la violencia. Empiezo a revisar ¿en qué aspectos de mí mismo encuentro semillas que pudieran estar generando los primeros retoños de violencia que, una vez que se suman a los del consciente colectivo, pudieran estar generando oleadas en gran escala?
Me refiero a identificar cuáles creencias, actitudes o prejuicios me hacen ser “violento” conmigo mismo o con otros. Qué pensamientos, palabras o acciones crean conflicto dentro de mí mismo o a mi alrededor. Y empiezo por lo más fácil: conmigo mismo. Cuando me miro al espejo por la mañana, ¿qué pensamientos surgen ante mi imagen? ¿Tengo una mirada de respeto, de cariño y sin juicio para regalarme? ¿Qué palabras me digo en silencio o en voz alta durante el día? ¿Soy amable conmigo? ¿Me reconozco aciertos y el esfuerzo de cada día o continuamente me desaliento, me exijo más y más o hasta llegó a insultarme?
La paz sea contigo es más que una frase bonita. Es una forma de recordarme que la paz inicia dentro de mí mismo. Si quiero ver la paz reflejada en mis relaciones y en el mundo que me rodea, es necesario empezar por hacer la paz dentro de mí. Dejar de ser “farol de la calle” y empezar por practicar todos los aspectos del amor conmigo mismo: el respeto, el aprecio, la amabilidad, el cariño, la paciencia, la generosidad, la alegría, el reconocimiento, los cuidados, la consideración, etc. Todos ellos empiezan conmigo y en todo lo que hago, para que pueda entonces reconocer que esos atributos y capacidades que encuentro dentro de mí están también en todo ser humano; y si los merezco yo, los merecen mis hermanos también, sin excepción.
Cierro los ojos y me meto dentro de mi corazón. Reconozco que hay una inteligencia más allá de la razón de la mente y que reside en el centro de mi ser, en el punto en donde nace el amor incondicional que es mi esencia. Pongo mi intención en estar atento a mis palabras y pensamientos y empezar a cambiar los hábitos de violencia interior y exterior que he cultivado por años sin darme cuenta, pensando que no son importantes y que ahora traigo a la luz de la consciencia. Inicio el día con una sonrisa para saludarme frente al espejo y terminó reconociendo mi esfuerzo en ser mejor y mejor cada vez. Cada vez que me descubro con pensamientos oscuros hacia mí mismo u otros, los cambio por pensamientos positivos, creativos y luminosos. Cuido de mi salud, me alimento con cariño, me regaló noches de descanso y me habló con palabras respetuosas y siempre enaltecedoras.
Hago a partir de este momento el compromiso conmigo mismo de hacer la paz dentro de mí y esta será la más valiosa contribución que pueda hacer a la paz del mundo.
¡Que la paz sea en mí!
Namasté
Sanar está en mí