El agua es el recurso más valioso que tenemos. Sin agua la vida en el planeta no es posible. El origen de la vida misma surge dentro del agua hace millones de años y la vida humana inicia en un medio líquido gestándose durante 9 meses en el útero materno.
No es de sorprenderse entonces que nuestro cuerpo está formado por 75% de agua. Podemos sobrevivir semanas sin comer alimento, pero sin agua en dos o tres días moriríamos.
Ninguna cultura de la antigüedad pasaba por alto la importancia del agua y la honraban y valoraban como dadora de vida. Múltiples deidades a través de todas las cosmovisiones y mitologías de la historia se relacionan con el agua: grandes ríos como el Ganges en la india o el Nilo en Egipto se consideraron emanaciones del amor de la Madre Divina. Todas las religiones monoteistas, chamánicas y politeístas la han utilizado como medio de purificación y bendición.
El agua es uno de los 4 elementos que conforman la materia y representa la capacidad de cambio y adaptación a través del fluir. A diferencia del fuego, cuyo poder transformador es innegable, el agua es un medio más suave y amable, pero aún más poderoso, pues el fuego puede hacer que el agua se transforme, pero el agua puede aniquilar el fuego. La fuerza del agua es por tanto irresistible. Nos puede incitar dulcemente al cambio u obligarnos a su fuerza muy por encima de la nuestra. El elemento agua se relaciona con el amor misericordioso, uno de los aspectos o cualidades del amor divino, así como la fuerza del amor que todo lo puede.
El agua es portadora de información y sabiduría. Sus moléculas toman la forma del “ambiente” emocional y mental del lugar en donde existe. Basta ver los experimentos científicos del Dr. Masaru Emoto quien comprobó que con el mero pensamiento, la emoción dirigida o la palabra se puede afectar la estrucrtura molecular del agua.
En algún punto del llamado “progreso” de las civilizaciones el ser humano perdió su conexión con la Naturaleza y en consecuencia el respeto y reverencia hacia el agua que le le da la vida. Pero hoy, en medio de las consecuencias devastadoras del cambio climático estamos siendo invitados a recordar lo qué somos y de dónde venimos. Los seres humanos necesitamos recordar que no somos esenciales para la existencia de Tierra, para la Naturaleza o para el agua, si no que es al revés… la Tierra es nuestro hogar, la Naturaleza es la que nos alimenta y nos provee de sustento y cobijo, y el agua es la que nos da la vida.
Te invitamos a recuperar el sentido de asombro ante el agua y la reverencia por este elemento del que haces uso todos los días sin darte cuenta, sin reconocerlo, sin agradecerlo. Bendice el agua que bebes, el agua con la que te lavas, el agua que cae del cielo y el agua que está en ti y alrededor de ti.
Porque Sanar está en MÍ